En la Comunidad Valenciana estamos acostumbrados a muchas cosas (y las que nos quedan) pero hace unas semanas llamó mi atención la noticia del Presidente de la Generalitat Alberto Fabra al anunciar con tono triunfal la cifra de 5.000 nuevos puestos creados en la Comunitat. 5.000 empleos, todo un triunfo, una cifra con historias detrás que pronto vieron la luz gracias a los medios de comunicación.
Si queremos competir algún día con otros países de la Unión Europea creo que mucho debemos avanzar en cuestiones laborales básicas, y sobre todo, reflexionar antes de lanzar a los cuatro vientos mensajes populistas y alejados de la dignidad que cualquier trabajador merece.
El compromiso del Consell sigue siendo de forma prioritaria crear empleo. Para eso necesitamos a empresarios valientes que sigan apostando por nuestra economía, por nuestro futuro y, sobre todo, por el desarrollo de la Comunitat Valenciana , sin abandonar ningún territorio, expresó triunfante el Presidente Fabra.
Pero no pasaron ni unas horas cuando en un programa de radio se abrieron los micrófonos y redes sociales para preguntar a los españoles si habían encontrado trabajo en los últimos meses. El ochenta por ciento de las llamadas provenían de la Comunidad Valenciana. Cada historia era como un pigmento de color rojo que se iba estampando en un lienzo en blanco (el de la vergüenza)al menos por mi parte por residir aquí.
Contratos por una semana. Contratos que reflejaban jornadas de unas supuestas horas, pero que el trabajador terminaba por hacer más y cobrar en negro, eso o a la calle. Contratos por un mes, despido y de nuevo una llamada tras las vacaciones. Eso sí,sin garantía de que el tiempo de esa nueva oportunidad fuera a favor del trabajador: “El trabajo dura hasta que existe algo que hacer, cuando se acaba pues a la calle…” comentaba resignado un valenciano.
Bajo el paraguas de “Cifas que no se producían desde hacía catorce años” una piensa ¿qué han hecho durante todo ese tiempo? En esta Comunidad se dan situaciones paradójicas, donde Elche, una ciudad cercana a Alicante cuenta con industria, Alcoy igual, mientras que en la capital simplemente no hay nada. Sol y playa. Por eso no es de extrañar que caminar por sus calles sea toda un reflejo de cómo va su economía.
Una ciudad, un pueblo, un país demuestra que está vivo, que su economía funciona cuando los comercios no sólo están abiertos sino llenos de clientes, las calles rebosan vida, las terrazas están repletas y hoy por hoy con sueldos en los que uno ha de aportar de sus escasos ahorros para pagar la gasolina que te lleve hasta él, es impensable que se salga de este círculo vicioso. La crisis golpea en toda España, pero por la Costa Blanca, golpea dos veces.
El español tiene derecho a un trabajo, pero los valencianos parece ser que además tenemos la obligación de leer las tropelías que comenten desde los poderes y encima aceptar trabajos que atentan contra la dignidad de cualquier ser humano.
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Imagen| Jorge Alba
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