Por ANA MARCOS (Cartagena de Indias) // Foto: DANIEL MORDZINSKI
"Mi padre se alarmó de que su hijo fuera a ser literato y pensó que el colegio militar era la solución", recordó anoche Mario Vargas Llosa en la segunda jornada del Hay Festival que se celebra hasta el domingo en Cartagena de Indias. Aquella decisión se alargó durante dos años y germinó en la novela La ciudad y los perros. Han pasado 50 años desde que el premio Nobel de literatura de 2010 construyera una crítica sobre la sociedad limeña gracias al microcosmos que encerraba el colegio Leoncio Prado. Guiada por el ensayista colombiano Carlos Granés, la charla trazó una línea temporal entre el Vargas Llosa de 1962 y el que el año pasado recuperó el análisis incisivo en La civilización del espectáculo.
El autor se encontró en esta institución militar con una forma de injusticia social que había aprendido de manera emocional a través de la lectura. "Siempre me interesaron los personajes que manifestaban rebeldía ante el estado de las cosas imperante". Entre los muros del Leoncio Prado comprobó que el país en el que vivía era muy distinto al que había nacido, marcado especialmente por "la violencia en la vida". El choque enfatizó su vocación literaria y al contrario de lo que su padre pretendía, leyó y escribió vorazmente hasta convertirse en "escritor profesional".
Del colegio salió convencido de que su destino pasaba por la universidad pública y no la católica que habrían preferido sus padres. Vargas Llosa emprendía el camino hacía una concepción de la vida comunista que fue suavizando a medida que el dogma se mezclaba con las utopías. "Sartre me salvó del sectarismo", recordó, "aprendí que a través de la literatura se podía combatir por la libertad porque como él decía: 'las palabras son actos".
El recorrido literario y vital que sigue ya es parte de la historia de la literatura universal. En Europa terminó La ciudad y los perros con la ayuda de William Faulkner, Gustave Flaubert y todos aquellos autores franceses con los que se encontró en los libros a su llegada a París. "Yo era un peruano que soñaba con ser un escritor francés". Sus planes se dieron la vuelta cuando en la capital francesa terminó por descubrir su continente. "Cortázar, Carpentier, García Márquez, Carlos Fuentes… hacíamos una literatura con una problemática común en una lengua que mantenía una efervescencia muy grande". Esta pequeña comunidad, la del boom, se autodescubrió al tiempo que lo hizo Europa hasta llevar el mensaje de regreso a sus países originarios. "Abrimos una puerta que no se ha vuelta a cerrar". Fueron años de ambiciones literarias y amistad "hasta que la política introdujo el veneno de la desconfianza".
Medio siglo después, el escritor peruano ha retomado la crítica en forma de ensayo en La civilización del espectáculo (2012). "Ver y vivir cómo lo que la cultura representaba para nosotros hace 20 o 30 años ha dejado de interesar tanto que ahora se reemplaza por entretenimiento, me llevó a escribir este libro". Vargas Llosa ubica en "los países supuestamente cultos" una cierta degeneración de la cultura que además "cuenta con el aval del establishment". Consciente de la excepciones a la que considera nueva regla, relaciona directamente la situación actual con el concepto de democracia. "Una sociedad no puede ser democrática si el ciudadano no tiene imaginación para transformar el mundo, enmendar lo equivocado. Y para esto se necesita la cultura", afirmó el Nobel. "Nada genera tanto conformismo frente a la problemática social como este tipo de subcultura". "La libertad es hija de la cultura", continuó en su argumentación, "Dar a los técnicos un poder sobre el futuro de nuestras sociedad es aterrador y conduce a esos mundo de Aldous Huxley donde la única alternativa para defenderse es la cultura".
Esta nueva modalidad que Vargas Llosa analiza en su obra, se apuntala en su opinión sobre el cotilleo. "La desinformación ha pasado a ser una especie de entretenimiento, no hay manera de volver a defender ciertos valores tradicionales sin parecer un extremista o reaccionario", dijo el escritor en referencia a la polémica que se generó en torno al libro el año pasado.
Antes de su llegada a Cartagena, el escritor escribió la última palabra de su nueva novela El héroe discreto. Reacio a dar muchos detalles, sí desveló que vuelve al Perú de hoy. "Mi país vive afortunadamente un período muy positivo en democracia", defendió. "Se desarrolla una política de apertura donde se defiende la propiedad privada como un estímulo para impulsar a una sociedad a la riqueza". Los tres meses que pasa al año en su país fueron creando en su imaginación los nuevos personajes de El héroe discreto. "Mi ambición es que cuando ya no esté, esta novela sobreviva medio siglo como La ciudad y los perros".
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