Es un honor poder ofrecer a los lectores y lectoras de Yorokobu este trabajo acerca de las agencias de contactos en Internet. Periodismo gonzo, serio, comprometido, subjetivo e innecesario, en el que me he jugado mis cuartos y mi pellejo, pues he expuesto mi perfil en las principales agencias para compartir con ustedes las sorprendentes conclusiones y diferencias. Alguien tenía que hacerlo…
Meetic, Badoo, eDarling, Ashley Madison, SeTravieso… La lista es larga, por lo que dada la extensión del trabajo, y que todavía estoy a la espera de ciertos resultados, esta será la primera entrega del informe. Tengo tres ventajas obvias, o mejor dicho, carezco de tres cosas: Pudor, Pareja y Prisa. Por ello me puedo permitir el lujo de pontificar acerca de algo que se ha convertido en tabú para tantas relaciones. En todos los casos he utilizado mi nombre real, o seudónimos tan horteras como Tony Highlander.
Cuando me inicié en el mundillo de los contactos no existía ni Internet ni los teléfonos móviles, por lo que la revista Segundamano era la reina de la pista, con un número mensual que se compraba en los kioskos. Piensen en los plazos: escribir el anuncio, enviarlo por correo a Segundamano, esperar a que se publicara… y luego aguardar las respuestas postales. Total: unos dos meses, más o menos, desde la concepción del anuncio hasta sus primeros resultados. Eran otros tiempos, sin duda.
En aquella época me interesaban las mujeres mayores, y tras introducir la llave en la pequeña celda cromada del apartado de correos (¡qué gran invento!) recogía nervioso las cartas que palpitaban en su interior. Cartas escritas a mano, con un sello (probablemente lamido por sus lenguas mayores)… Después no era raro que llamasen a mi casa (la de mi familia, quiero decir) a horas intempestivas, y me dijeran cosas fantásticas, mientras mis padres veían el "Un Dos Tres" en la tele del salón, donde estaba el único teléfono. Ellos me miraban de reojo, y yo me iba a mi habitación a aliviarme, aduciendo una súbita jaqueca, como cualquier mantenida.
Si Yorokobu significa ser feliz en japonés, dice la leyenda urbana que Badoo significa tócame la polla en chino. El caso es que este esforzado redactor es el responsable de una nueva categoría de intereses en Badoo que se llama precisamente Yorokobu, extremo que puede confirmar cualquier usuario de Badoo, que sospecho que son casi todos ustedes.
Al darme de alta en Badoo me preguntaron que si quería mirar en mi Gmail a ver si conocía a alguien. Me pareció tan absurdo que era casi perverso, y acepté. Si uno se apunta a un portal de contactos ¿por qué demonios querría relacionarse con alguien que ya está en su lista de Gmail? El caso es que me enteré de que varias amigas, dos ex, un par de contactos profesionales… ¡y mi sobrina! (que está casada con un asesino a sueldo) tenían un perfil abierto allí. La Agencia de Protección de Datos debería tomar cartas en el asunto, aunque visto lo visto, probablemente casi todos sus empleados y empleadas están en alguno de estos portales.
Para que mi trabajo de investigación periodística no tenga nada que envidiar a David Barboza, la mítica firma del The New York Times, he dado de alta perfiles femeninos para poder acceder a los hombres disponibles en la base de datos. ¡Madre mía! Nunca me he reído tanto ni he sentido tanta vergüenza ajena. Desde un tipo que presume en su frase de presentación así "Soy funcionario y tengo un piso en Alicante", hasta otro que firma como BatMan_345 y muestra una imagen tomada en el fotomatón de su pueblo.
No se pierdan la próxima entrega de esta fascinante serie, en la que hablaré de eDarling, Meetic, y las demás agencias, y les contaré qué tal me ha ido con las chicas de Badoo. La verdad es que, al contestar a sus anuncios siempre pienso ¿Son profesionales? O peor aún ¿lo soy yo?
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Nota: Mis fans ya saben de algunas aventuras relacionadas, como aquella en Edimburgo en la que trabajé para una agencia de escorts masculinos con desigual eficacia.
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